miércoles, 9 de febrero de 2011

Camillas Ceragem: Milagros se ofrecen

Captación de clientes. Por un masaje gratis de 40 minutos, padecen hasta cinco horas de cola durante la madrugada.
En su polémica estrategia de venta para captar compradores, ofrecen masajes gratuitos. La gente hace largas filas y luego los adoctrinan durante 4 horas. Sin aval científico, aseguran que tratan enfermedades graves como el cáncer.
Por Deborah Maniowicz y Graciela Moreno

En dos barrios porteños, Palermo y Abasto, se da un fenómeno curioso. Desde las tres de la madrugada comienzan a formarse interminables colas, que promedian las dos cuadras, con gente que espera recibir un número para tomar una sesión gratuita de 40 minutos en una camilla termomasajeadora de un centro llamado Ceragem. Una vez adentro, ya no se puede salir ni para tomar aire, porque se pierde el turno. La espera es de casi cuatro horas y el requisito indispensable es entrar a un auditorio y escuchar reiteradas charlas de animadoras, matizadas con testimonios de fe de gente que habla de las bondades de la marca. Sin aval científico y sin médicos mediante, se escucha decir que estos masajes pueden curar desde el cáncer, cataratas, miopía y celulitis hasta la diabetes. Esta es la llamativa y peligrosa estrategia de venta de camillas, que utilizan unos empresarios coreanos que ya expandieron la marca en 71 países y obtienen una facturación mundial de 70 millones de dólares al año, sin contar el mercado chino donde duplican esa cifra. Con denuncias por engañar a sus clientes con falsas promesas de curación en estados como el de Texas, en EE.UU., desembarcaron en Buenos Aires en el 2008 y antes de fin de año se expandirán al interior del país.

La historia comenzó hace once años, cuando Industria Médica Samsung Co. Ltd, rebautizada
Ceragem
, crea el primer termomasajeador automático producido en el mundo. El fundador es un ingeniero de apellido Lee, que después de abrir 400 centros en su tierra natal, se expandió por el mundo y fue sumando fanáticos. Hoy cuentan con 3.000 locales en todo el planeta que promueven las bondades de las camillas. Desembarcaron en América latina en 2005, abrieron oficinas en Chile, ya están en Brasil, Colombia, México y Bolivia. Recién el año pasado pudieron llegar a la Argentina.

Un millón de personas por día se realiza masajes en las camillas Ceragem en todo el mundo. Cerca de mil son argentinos. Pero ya consiguieron adeptos, con la promesa de millonarias ventas, para que inviertan de sus propios bolsillos y abran ocho centros en las principales plazas del interior del país. Todavía en la Argentina gozan de buena fama. No ocurre lo mismo en otros países, por ejemplo Estados Unidos, donde la Justicia los obligó a devolverles a sus clientes el precio que habían pagado por las camillas. Según publica en la versión online el holding de noticias Univisión, en septiembre del 2005, tras un largo juicio en Dallas, la empresa fue obligada a devolver la plata a todos los clientes que compraron las “milagrosas” camillas. El juicio a Ceragem fue por engañarlos con falsas promesas de curación. “Decían que estas camas podían curar el cáncer, la diabetes y enfermedades muy serias”, puntualizó durante el juicio uno de los damnificados. La Procuraduría General de Texas que intervino en la causa se valió como prueba de una investigación en donde quedó grabada una asistente explicando que las camas curaban hemorroides, próstata inflamada y prevenían el cáncer de próstata.

La denuncia de Dallas sentó un agujero negro en la historia de Ceragem. La principal preocupación es que los enfermos dejen sus tratamientos y compren como alternativas las camillas “milagrosas”. Entrar a un centro es una experiencia particular, se utilizan técnicas más parecidas a las de una secta, se incluyen cantos, conversaciones motivacionales y los pacientes dan su testimonio y cuentan en la mayoría de los casos cómo cambió su vida desde que descubrieron a Ceragem. En la primera entrevista que otorga en la Argentina, Seong Muk Oh, director general de la filial local, y quien en pocos días más se convertirá en responsable de América latina, traductora mediante, cuenta parte de su estrategia, tratando de tomar todos los recaudos posibles. “Buscamos vender camillas. Sabemos que esto es un negocio y la meta más profunda es lograr que en todas las casas esté la camilla como si fuera un electrodoméstico de primera necesidad. Sin embargo, sólo le damos la información de costos a la gente que realmente se la va a llevar. Uno tiene que querer comprarla cuando la probó, vio los resultados y sabe que es buena”, explica Oh. Por eso, recién luego de tomar diez sesiones, escuchar más de treinta charlas y pasar encerrados casi cuarenta horas, los pacientes/clientes son invitados a una reunión comercial donde les dan la posibilidad de acceder a la camilla por 12.000 pesos.

Pero lo peligroso de su estrategia de venta son sus argumentos. “Muchas personas han eliminado su cáncer a través de la terapia. No podemos decir que Ceragem lo cura porque no está científicamente probado pero podemos asegurar que algunos clientes probaron varios tratamientos sin éxito y con esta terapia han logrado eliminar todas las células cancerígenas que tenían en el cuerpo”, afirma el director general para Argentina. Pero la médica oncóloga Claudia Bagnes, a cargo del Servicio de Oncología del Hospital Tornú y la Clínica Paliar alerta: “Todo lo que es medicina alternativa ilusiona a los pacientes. Hay que consultar a los médicos y no abandonar los tratamientos. Si no está probado científicamente, puede ser que lo haga sentir mejor porque es un placebo, pero no es una cura definitiva. Hay que tener cuidado”, señala la especialista.

La estrategia de Ceragem es no utilizar campañas publicitarias de ningún tipo. “Nuestro marketing es el boca en boca y la demostración gratuita. Tenemos plena confianza en el producto y sabemos lo bien que hace. No necesitamos invertir en publicidad porque nuestros clientes difunden los beneficios. Generalmente los que vienen a los centros son personas mayores, que tienen varias enfermedades, están deprimidos, angustiados, solos y la idea es que tengan alegría. Les contamos chistes para que puedan sonreír una vez más”, dice Oh.

Desde las tres de la mañana comienzan a llegar pacientes/clientes para obtener un número y poder “gozar” de 40 minutos en las camillas Ceragem. No importa que haga frío o calor, como si estuviesen haciendo la fila para tocar a San Cayetano, llevan sillas, frazadas y algo caliente para pasar mejor el rato. Finalmente, a las 8.20 se abren las puertas. “Le toca a las 12.20 –comenta una promotora de Ceragem a Veintitrés cerca de las 9 de la mañana y agrega–: Recuerde que no se puede salir con el número, ni guardar puestos.” Utilizar las camillas requiere disponer de tiempo ya que la espera promedio suele ser de cuatro horas. “Dicen que el sacrificio vale la pena”, intenta convencer una clienta mientras espera su turno. Adentro del centro unas 150 personas de remera blanca esperan su turno sentadas en hileras frente a un pizarrón. “¿Cómo están mis pimpollos favoritos?”, grita Natalia, una de las tantas animadoras que rodeada de globos y guirnaldas recuerda a una maestra de jardín de infantes. A ancianos, adultos y chicos, a partir de los dos años, no les queda otra alternativa que escuchar atentamente la charla que se centra en el funcionamiento de la camilla. El masaje dura cuarenta minutos, es desde la cervical hasta el cóccix, a una temperatura de 55 a 60 grados y se realiza a través de un rodillo de piedra de jade que tienen las camillas en su interior. “Las funciones de esta terapia son cinco y combinan la medicina oriental con la occidental: la quiropraxia (alinea la columna), la moxibustión (desprende estímulos de calor), la acuprensión (presiona en determinados puntos y canales de energía), y los rayos infrarrojos y de helio (regularizan los sistemas nerviosos, las hormonas, la presión arterial, regeneran células y ayudan al sistema inmunológico)”, explican.

El turno de Natalia termina y cambia por otra animadora que brinda tips de por qué “hay que tomar muchas sesiones si uno quiere sentirse bien”. Para eso, llama a personas del público a dar su testimonio en vivo y en directo. “Ceragem me salvó la vida. Es un regalo divino. Cuando murió mi marido comencé con fuertes dolores en la cintura y me deprimí: perdí las ganas de salir a la calle, bañarme y ver amigos. Desde que una amiga me habló de Ceragem volví a sentirme enérgica y acompañada. Me alivianó el dolor corporal y sentimental. Es importante que vengan todos los días y que cuenten su experiencia a todo el mundo”, cuenta Rosita, de 72 años y con más de cien sesiones en su historial. Mientras, los primerizos sonríen e incluso algunos comentan por lo bajo que si el masaje funciona les gustaría comprar la camilla así no tienen que esperar horas. Cada tanto, la reemplazante de Natalia pregunta al público: “¿Uno se siente mejor luego de realizar la terapia?”, y todos responden gritando: “Sí”. “¿Cuántas veces se recomienda venir a Ceragem?”, y a viva voz contestan: “¡Todas las que uno pueda!”. Cuando finalmente llega el turno de ir a las camillas, todos en estado casi de éxtasis gritan fuerte: “Ceragem, Ceragem, Ceragem”. Durante la terapia, las asistentes conversan con los clientes/pacientes sentadas al lado en un banquito. Conocen el nombre de casi todos los potenciales compradores. No sólo preguntan cómo están de los dolores, también les hacen mimos en el pelo y en la cara, les dan besos, los abrazan. La recomendación es clave: “La próxima vez, sería bueno que inviten a amigos y familiares”.

El negocio crece sin control usando estrategias de venta poco convencionales. No es poco lo que está en juego: la salud física y mental de gente que está sufriendo.

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